El evangelio de ayer nos regalaba una gran enseñanza
a través de la viuda que entregaba su limosna en el templo,
dando más que cualquier otro, aún a pesar de entregar
un monto más pequeño en comparación con las personas
que tenían una capacidad monetaria más amplia.
Y daba más por un simple hecho: era todo lo que tenía
para vivir.
Cuando se da de lo que se necesita, no solamente
se ayuda a alguien sino que se prepara nuestra propia
alma para recibir regalos divinos como la libertad.
El ciento por uno recibiremos si todo lo que damos
lo damos de corazón: una sonrisa, una palabra,
un abrazo, un gesto de comprensión, un silencio
sereno para calmar discusiones, un mano amiga
cuando el alma tiene sed de amor...
No sólo se nos premiará por entregar de nuestro
bolsillo lo que necesitamos, sino también por entregar
lo mejor de nuestra alma en medio de nuestras propias
tribulaciones.
Que el Señor los bendiga y les multiplique todos
los regalos que ustedes ofrecen desde su corazón.
«La gracia es compasiva y generosa, huye de singularidades;
con poco se contenta, "más placer encuentrar en dar
que en recibir"»
Párrafo tomado del libro "Imitación de Cristo"
lunes, 9 de noviembre de 2009
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