miércoles, 11 de noviembre de 2009

Salmo 23

El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace reposar,
me conduce hacia las aguas del remanso
y conforta mi alma;
me guía por los senderos de justicia, por amor a su nombre;
aunque vaya por un valle tenebroso,
no tengo miedo a nada, porque tú estás conmigo,
tu voz y tu cayado me sostienen.

Me preparas una mesa ante mis enemigos,
perfumas con ungüento mi cabeza
y me llenas la copa a rebosar.

Lealtad y dicha me acompañan
todos los días de mi vida;
habitaré en la casa del Señor por siempre jamás.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Sobre el huevo con arroz

Hace ya algunos años, mientras estuve pagando servicio obligatorio en la policía,
acudimos a ayudar a varias familias cuyas casas se habían inundado debido a una
emergencia provocada por las lluvias.

Al llegar, el agua ya había hecho todos los daños en el transcurso de la noche,
y si mal no recuerdo los habitantes de ese barrio de Pereira contaban con
gran desconsuelo que el nivel había llegado hasta las rodillas.
El panorama era poco agradable, ya que sólo quedaban grandes cantidades
de barro en medio de lo que se pudo salvar: electrodomésticos sucios y mojados,
colchones acabados, ropa maloliente y dañada, y un sinnúmero de bienes materiales
totalmente inservibles o perdidos.

Luego de sacar grandes cantidades de barro de una de las casas,
logré notar con gran asombro cómo en medio de todo, la señora de la casa
se dispuso a cocinar para todos los que estábamos adentro, arroz con huevo
(o güevo como cariñosamente lo llamó, lo único que se podía hacer en medio
del desastre y de la pobreza).
Tomamos de sobremesa una gran taza de agua de panela y una gran cantidad
de risas provocadas por los comentarios de los tres habitantes de la casa.

Era increíble observar la alegría de esa gente aún con esa terrible noticia
de despertar en medio de la humedad y la angustia por perder tantos objetos
comprados con el dinero ganado con mucho esfuerzo.

Era increíble que en medio de la tristeza, no se dejaron robar la paz.
Era increíble cómo apreciaban lo poco que les quedaba y alababan a
Dios con sonrisas salidas de su propia tribulación.

Volví en la tarde a mi casa, sucio. Me bañé, me acosté en mi cómoda
cama. Seca. Medité los agradecimientos de aquellas personas,
que hasta el día de hoy puedo comprender, va mucho más allá del
entendimiento que creemos tener cuando no nos falta una comida,
una muda, un trabajo, un amigo, un abrazo, un gesto de cariño...
un destello de Jesús en la tierra.

Sobre la bendición de dar

El evangelio de ayer nos regalaba una gran enseñanza
a través de la viuda que entregaba su limosna en el templo,
dando más que cualquier otro, aún a pesar de entregar
un monto más pequeño en comparación con las personas
que tenían una capacidad monetaria más amplia.
Y daba más por un simple hecho: era todo lo que tenía
para vivir.

Cuando se da de lo que se necesita, no solamente
se ayuda a alguien sino que se prepara nuestra propia
alma para recibir regalos divinos como la libertad.

El ciento por uno recibiremos si todo lo que damos
lo damos de corazón: una sonrisa, una palabra,
un abrazo, un gesto de comprensión, un silencio
sereno para calmar discusiones, un mano amiga
cuando el alma tiene sed de amor...

No sólo se nos premiará por entregar de nuestro
bolsillo lo que necesitamos, sino también por entregar
lo mejor de nuestra alma en medio de nuestras propias
tribulaciones.

Que el Señor los bendiga y les multiplique todos
los regalos que ustedes ofrecen desde su corazón.

«La gracia es compasiva y generosa, huye de singularidades;
con poco se contenta, "más placer encuentrar en dar
que en recibir"»

Párrafo tomado del libro "Imitación de Cristo"